miércoles, 8 de julio de 2015



La castidad suele definirse hoy como la virtud que valora la sexualidad humana en sus significados y la inserta en el proyecto de maduración interpersonal.
Es clásica la definición de santo Tomás: la castidad es la virtud por medio de la cual el hombre domina y regula el deseo sexual según las exigencias de la razón. Su auténtico objeto es el placer sexual, que hay que poner desear, distar y regular según un orden justo (5. Th.ÍI-II, q. 151, a. 1-2). En el esquema tomista, la castidad se inserta en la virtud de la templanza, entendida como valoración equilibrada de las diversas tensiones, en una perspectiva global de valores.
Desgraciadamente, en el uso corriente el término castidad ha perdido casi por completo su significado y su valor positivo. En este hecho han Jugado su papel las definiciones y terminologías tradicionales, que no respetan la perspectiva tomista. En efecto, la definición que dan los manuales de moral, según los cuales la castidad es la virtud que regula la concupiscencia de los deleites venéreos, daba la impresión negativa de hablar de renuncia y de represión. Además, la distinción entre castidad pefecta (de los que se abstienen por completo del ejercicio de la sexualidad) y castidad imperfecta (de las personas casadas) podía mover a error haciendo pensar que la castidad de los esposos no era una verdadera y propia castidad, y que les era imposible llegar a la pefección de la vida cristiana. La visión  actual de la sexualidad, justa y marcadamente personalista, ha llevado a ampliar el concepto de castidad y a descubrir su significado y . su valor positivo. La castidad no es menosprecio ni rechazo de la sexualidad o del placer sexual, sino fuerza interior y espiritual que libera a la sexualidad - de sus elementos negativos (egoísmo, agresividad, atropello) y la promueve a la plenitud del amor auténtico. En otras palabras, es la humanización o valorización de la sexualidad como afectividad leal, comprometida, respetuosa de la situación de cada uno. Es maduración interpersonal afectiva en armonía de valores.
En sentido cristiano, la castidad es  don del Espíritu, que madura la potencialidad sexual convirtiéndola en afectividad, en agapé, en respeto del proyecto creativo; es ayuda de gracia, que hace posible la respuesta de amor que cada uno está llamado a dar; es al mismo tiempo don divino y - conquista personal.
Mientras que el elemento formal de  la castidad - es decir, la disposición habitual a valorar y actuar debidamente la sexualidad, según las exigencias del amor auténtico- es necesariamente igual en todos, el modo de vivirla en concreto varía según los diversos estados de vida. El hombre casado debe vivir en gran parte según unas normas materiales distintas de las del no casado. Entre las personas no casadas existen a su vez notables diferencias, según se estén preparando para el matrimonio o sean novios, o bien se trate de personas viudas o que se hayan consagrado a Dios de manera particular a través del voto de continencia perpetua.
La castidad como equilibrio psicosexual requiere el dominio de sí, la formación del carácter y el espíritu de sacrificio. En esta perspectiva, la vigilancia, la prudencia, la oración y el recurso a los sacramentos constituven las condiciones necesarias para Una maduración cristiana de la sexualidad.
También el pecado sexual, como actuación negativa de la sexualidad, tiene que considerarse en una perspectiva personalista. Su gravedad depende del desorden que introduce en la dimensión personal e interpersonal. Si la castidad es « autoeducación en el amor», el pecado contra la castidad es negación del amor. La potencialidad sexual, en vez de realizarse en una entrega afectiva, comprometida, respetuosa del proyecto de Dios y de las situaciones personales, se utiliza en sentido negativo, en una satisfacción egoísta y caprichosa.






La castidad vista desde el cristianismo

El Cristianismo considera la castidad como virtud que ayuda a cumplir con las funciones sexuales con las que los humanos nacen. Sostiene que ayuda a la procreación junto a la razón. Considera que por la castidad la persona adquiere dominio de su sexualidad, todo ello para ser feliz. Para el cristianismo no es una negación de la sexualidad sino un fruto del Espíritu Santo y consiste en el dominio de sí mismo, en la capacidad de orientar el instinto sexual hacia causas que han definido como más morales ligadas al crecimiento espiritual y corporal de las personas según sus enseñanzas.
Para el cristianismo la castidad es una virtud necesaria en los distintos estados situacionales de la vida, y para la gran mayoría es contradictoria:
Los casados: Castidad significa ser fiel.
Para los no casados que aspiren al matrimonio, la castidad requiere abstención. Castidad significa abstinencia.
Los principales elementos que no componen la castidad son:
La lujuria, ya que para la iglesia es vista como un deseo o un goce "desordenado" del placer venéreo. Ante la moral cristiana, el placer sexual es moralmente desordenado cuando es buscado por sí mismo.
La masturbación. Se considera un acto antinatural y egoísta.
La fornicación vista como relaciones sexuales fuera del matrimonio. Para el cristianismo las relaciones sexuales deben ser realizadas únicamente cuando los involucrados estén casados y entendiendo siempre estas relaciones sexuales como un acto de unión de los cónyuges, que no debe ser nunca separado de la finalidad reproductiva de las mismas (lo que justifica la oposición al uso de métodos anticonceptivos en los católicos).
La pornografía, según la iglesia y la moral cristiana "desnaturaliza la finalidad del acto sexual".
La violación
El incesto

La castidad ofrece en el cristianismo una preparación espiritual para el sacerdocio, el matrimonio, la vida religiosa o el celibato. Los ministros consagrados (sacerdotes, obispos) se comprometen a vivir en celibato. El voto de castidad es obligatorio para los miembros de órdenes religiosas tanto masculinas como femeninas. Sin embargo este voto absoluto no es requerido en otras confesiones cristianas, tales como las protestantes.
Según la moral cristiana la castidad eleva el amor en la vida consagrada a Dios. Aunque en el matrimonio, se estima el amor corporal porque contribuye a fortalecerlo en los esposos.
Para la fe cristiana la castidad como virtud verdadera no es posible para el hombre con sus solas fuerzas o determinaciones. Es decir, el hombre y la mujer necesitan de la gracia de Dios para poder realizar esta virtud, obtenida por medio de los sacramentos y la oración. Es así como lo expresa San Agustín en sus confesiones.
Los diversos regímenes de la castidad

Todo cristiano es llamado a la castidad. El cristiano se ha "revestido de Cristo" (Ga 3, 27), modelo de toda castidad. Todos los fieles de Cristo son llamados a una vida casta según su estado de vida particular. En el momento de su Bautismo, el cristiano se compromete a dirigir su afectividad en la castidad.
Existen tres formas de la virtud de la castidad: una de los esposos, otra de las viudas, otra de la virginidad.
En el cristianismo las parejas de novios deben practicar la castidad, en este caso, la abstinencia sexual. En estos términos, las relaciones sexuales son castas sólo dentro del matrimonio.